jueves, 30 de agosto de 2012

ECUADOR FOREVER

El rey del Bambú.

Nos fuimos de Quito hacia el Oriente con una idea que nos daba vuelta la cabeza: quedarnos un tiempo más de lo programado en Ecuador para poder juntar más dinero ya que Colombia es muy caro y se nos aproxima el cruce a Panamá. Aconsejados por  otros viajeros (unos locos que viajan en Combi, y que están bajando de México a Argentina) entendimos que Ecuador iba a ser un capítulo muuuy largo dentro de esta historia de ruta. Pero primero lo primero, conocer el Oriente, bajar un poco en el mapa, y descubrir todo eso que uno se imagina en la selva: verdes, bichos, frutas, monos, bichos, calor, bichos… viajamos todo el día, y como venía medio lenteja el asunto, paramos en un pueblito a comer y dormir para seguir viaje mañana por la mañana. Cuidados por el destacamento policial del pueblo, armamos campamento bajo un tinglado.



Seguimos camino y Archidona fue nuestra primera parada. El cambio climático se sentía y nos cacheteaba hasta ponernos en pausa. De repente encontramos un complejo de piletas económicamente accesible y que además nos dejaba acampar y usar las parrillas. Al rato estábamos deslizándonos por los toboganes acuáticos y matándonos de risa como si tuviéramos más de treinta y pocas ganas de crecer…( por suerte no es nuestro caso…)


A la noche nos enteramos que era época de lluvias en el oriente. La verdad que justo uno se entera cuando está durmiendo en una carpa armada en lo bajo de todo el complejo.  Pero para nosotros no fue tan terrible porque por suerte estaba la carpa de Walter interceptando la corriente de agua que avanzaba por el terreno. Al otro día tratamos de secar todo al sol y nos dirigimos hacia Tena, con ilusiones de vender artesanías e internarnos más y más en zonas selváticas.
En Tena fuimos más hippies que nunca. Dormimos en un sector generosamente cedido por el pueblo, con vista al polideportivo y resguardados por un tinglado. Zona Wifi, electricidad, hospital a la vuelta para hacer uso del baño y armado de feria justo en la esquina. Qué más puede uno pedir? En este viaje uno se alegra simplemente por saber que tiene un enchufe cerca  y que tiene internet gratis. Por supuesto que las necesidades cambian de acuerdo a la situación en la que uno se encuentre. Cuando vivíamos en Buenos Aires, trabajábamos, estudiábamos, y nuestras necesidades eran otras, no nos alcanzaba con tener un tinglado para no mojarse, y conectarse a internet no nos causaba tanta alegría. Está bien o está mal? Esto es conformismo? Querer más nos hace infelices? No sé. Sólo les puedo decir que realmente la pasamos bárbaro. A pesar de que no tuvimos muchas ventas porque no paraba de llover y casi se vuelan las chapas del polideportivo, estábamos viajando y haciéndonos los locos, saludando a la gente que esperaba el bus y que no entendía muy bien qué hacían esas carpas armadas en el medio de las gradas.

En Tena, de día feria y de noche comida y guitarra.
Despúes de unos días en Tena, nos fuimos para Puyo a encontrarnos con nuestros amigos, aunque más que amigos eran ya nuestros parientes de Ambato: mamá Magda y papá Franklin. Previo paso por Misahualli, donde los monos son personajes bíblicos que uno tiene que ver para creer: imagínense una playa, con río, palmeras, mucho verde y muchos monos alrededor. En ese cuadro, imagínense gente disfrutando de la playa, en familia, o amigos. De repente, se escuchan gritos, risas, un poco de alboroto y un mono que sale corriendo como prófugo con un paquete de chizitos en sus manos. Seguimos caminando y vemos un mono sentando, tomando Inka Cola de un vaso. Por detrás pasan tres monos corriendo jugando a la lucha, uno tumba a otros dos y se empiezan a morder la cola. Otro mono le tira un manotazo a Walter e intenta saquearle el celular. Las escenas se multiplican, dan ganas de quedarse pero seguimos avanzando porque nuestros padres postizos nos esperan. 



No, no nos animamos.
Llegamos a Puyo, comemos, recorremos, disfrutamos y seguimos camino hasta Baños. Si, nuevamente Baños, otra ciudad que se repite y que nos vuelve a recibir. Otra vez vamos a comer empanadas a lo de Mechita, en el Pailón del Diablo. Otra vez nos vemos con Sergio y el Tanito, amigos de Montañita. Otra vez nos encontramos con nuestro gran amigo Zambo Heredia, que nos obligó a aceptar su colaboración de gasolina (otra vez no sabemos cómo agradecerte tanta ayuda Zambo!) Otra vez nos vamos para Ambato. Y así seguimos en Ecuador.

Recomendamos la empanada frita de banana con chocolate. Explosivaaaaa.

Termas en la ciudad de Baños.

Mirador en la ciudad.

En la gasolinera con Zambo.
 Nos despedimos de las ciudades como si nunca más volviéramos, de las personas como si no las encontráramos de nuevo,  pero somos como los Midachi haciendo 20 funciones despedida y no nos vamos nunca.  Pero en Ambato, Walter dio su función despedida de veras y eligió partir. Físicamente nos abandonaba, después de haber vivido tanto Ecuador. Una reunión del Volks Club oficializó la partida, y en caravana fuimos hasta la terminal donde estaba el bus que lo mandaba de regreso para el sur.

La familia de Ambato Volks Club.



Cuando un amigo se va, deja un espacio vacío en el Fusca.

 Momento raro en donde tenemos que acostumbrarnos nuevamente a viajar solos, con el Fusca, con el mapa y con un objetivo claro: ir a la costa a juntar plata. Trabajar, laburar, camellear pase lo que pase si queremos que nuestro auto cruce con nosotros hasta Centroamérica. De Ambato volamos a Atacames, nos instalamos en Súa y vendimos en Tonsupa. Las ventas fueron buenas, pero después de tres semanas marcando el mismo punto en el mapa, nos movimos con dirección sur, sobre la ruta del Spondylus, para participar en la Convencion Volkswagen de Ecuador que este año tenía lugar en Salinas, en la otra punta del país.

Costa de Súa.

Con Mauricio y familia, amigos de Atacames y gran ayuda para la impresión de jarros de VW.
La convención duraba todo el fin de semana largo. Estos días fueron de reencuentros con amigos de la gran familia VW, los pechugas de Ambato, nuestro amigo Jonathan de Guayaquil, los locos de la combi con placa mexicana pero con choferes argentinos, amigos de Quito, la combi colombiana de Yuca Brava en fin, una fiesta llena de escarabajos, combis y westfalias que rodaban por toda la ciudad.

Nuestros puestos de venta.

Pichirilos inundando el malecón de la ciudad.

Salinas Team.

Cocana + Yucabrava + Combi-aventura + Hastalodenico + Jonathan

En pleno desequilibrio emocional.
 Pasado el finde, con Fede teníamos que decidir qué ruta tomar para pegar la vuelta al norte, un recalculando nos marca que Colombia está para arriba y nos espera. Vamos por la sierra? Mucha playa nos había saturado, y necesitábamos cambiar un poco. Pero los chicos de Combi-aventura seguían por la costa, por la ruta que nosotros ya habíamos hecho más de tres veces. Vamos con los chicos? Habíamos pegado muy buena onda y la ruta iba a ser diferente porque los viajeros eran otros. Y además los chicos de Combi-aventura se moriiiiiiiiiian porque los acompañemos. Pataleaban, se sacudían y hasta lloraban porque vayamos con ellos. Y la verdad es que nos necesitaban, así que elegimos subir por la costa. Y ahí arrancamos otro capítulo, dentro de este capítulo Ecuatoriano, dentro de esta historia, dentro de este viaje.



miércoles, 8 de agosto de 2012

RODANDO Y COMPARTIENDO




La estadía en Baños se agota y nos preparamos para seguir. Antonia se fue y nos disponemos para subir al refugio previo al volcán Tungurahua. Los tres arriba de Fusca y ahí vamos. La pendiente es dura y nuestro amigo se queja. Algunas explosiones nos indican que algo anda mal y entonces, por las dudas, volvemos y encaramos hacia las cascadas para pasar la noche en algún lugar.

Hasta acá llegó Fusca.
Pero a medio camino unas nuevas explosiones lo terminan por noquear y quedamos varados frente a una hidroeléctrica. ¿Y ahora? La noche es tan rápida en estos momentos que apenas atinamos a llamar a Sebastián del CATSO Club (club de escarabajos de Quito) quien nos dice que llamará un amigo de Ambato, a unos 50km. de donde estamos y este se comunicará con nosotros. El llamado de Raúl no se hizo esperar y nos recomienda llevar el auto hasta esta ciudad así lo pueden revisar. La entrada de autos de la hidroeléctrica se transforma en nuestro garaje-dormitorio y el costado de la ruta en el jardín para la carpa de Walter. Noche de pensamientos negativos, que si se fundió el motor, que va a salir muy caro, que como llegamos a Ambato. El sueño, implacable asesino de los pensamientos, vence una vez más y nos deja en suspenso hasta la mañana.
Despertamos, desayunamos y empujamos a Fusca hasta el medio de la ruta a ver si un alma generosa nos remolca. Un par de camionetas hacen la vista a un lado, pero un camión del ejército se apiada de nosotros y nos tira hasta Baños. Elegimos al azar un mecánico y nos da el diagnóstico: bujías flojas y más que negras. ¿Por qué no me dijeron que las bujías se cambian? Los más de 20000km. recorridos y la torpeza de quien les habla lograron lo que nadie pudo: que Fusca nos deje en medio de la ruta. El tan temido “que vas a hacer si te quedás en medio del camino, en otro país, justo vos que no sabés nada de mecánica” finalmente llegó. Y simplemente hice lo que pensaba hacer, esperar que alguien te ayude. Solo eso. Las manos que ayudan están en todos lados, no tienen raza ni religión. Hace muchos años, saliendo con mis viejos de la casa del Tigre, era de noche y estábamos cansados, pero cuando salimos un desconocido estaba varado con su camioneta. Mi papá bajó y estuvo no se cuanto tiempo hasta que la camioneta arrancó. Nosotros, fastidiosos por el cansancio, le recriminamos para que bajó y el nos dijo “mañana puedo ser yo el que necesite ayuda”. Desde ese momento he tratado de ayudar siempre que tuve la oportunidad pensando que algún día sería yo el necesitado. Y ese día llegó. Lejos de casa, de mi padre y de mis comodidades. Y unos extraños me remolcaron y otro extraño llamó a mi celular ofreciendo ayuda ¡Cuánta razón tenías viejo!
Igualmente la espera del arreglo se hizo amena ya que conocimos a Zambo Heredia, quien trabaja en el departamento de turismo del Parque Llanganates. Gentilmente nos invita a desayunar y pasamos una mañana muy agradable ¡Gracias Zambo, este encuentro no va a ser el único!
Salimos de Baños y nos dirigimos a Ambato. Raúl nos esperaba para el chequeo del auto ya que unas fallas nos hacían pensar que debíamos revisarlo por un experto. Encuentro, presentación fugaz y rápidamente al mecánico Henry. Igualmente algo me decía que con Raúl nos íbamos a llevar bien. Quizá porque es Arquitecto, o sea, como alguna vez dije anteriormente, buena persona. Nuevamente la noche, dejamos el auto en el taller y nos vamos a dormir a un hospedaje esperando salir por la mañana. Pero qué difícil es decidir por uno mismo en este tipo de viaje. Que la bomba de nafta, que la alarma, que el arranque. Todo indicaba que debíamos pasar más tiempo en Ambato y por suerte fue así. Raúl y la gente del Volks Club Ambato se organizaron y nos invitaron a dormir a lo de Franklin, otro integrante que nos recibió junto a su familia, en realidad fue casi una adopción. A partir de ahí el tiempo de espera para encontrar la solución del problema de Fusca se convirtió en una estadía de lujo. Reuniones y comidas en lo de Raúl, cumpleaños de Magda, la mujer de Franklin, reportaje en el diario local “El Heraldo”, todo en apenas un puñado de días.

Una de las tantas veces que el Fusca se encaprichó en Ambato. Esta vez con luna llena.

Raúl en su clase de mecánica número 83.

Cumple de Magda.
Alguna vez hemos hablado en este blog de las ciudades desconocidas que se vuelven importantes por el hecho de encontrar gente que en poco tiempo se convierten en amigos. Ambato es una de ellas. Pero esta vez lo vimos más claro porque Raúl puso en palabras lo que sentimos. En la noche de la despedida nos dejó una frase que dio vueltas en nuestras cabezas “los países se conocen rodando y a la gente compartiendo”. Nuestro viaje poco a poco se resume en esa frase. Rodamos y conocemos lugares, paisajes, olores, sabores, culturas. Pero si solo rodáramos nuestra aventura no sería completa. Por eso compartimos y así conocemos gente. Y ellos siempre tienen algo para ofrecernos. Una charla, una cama, un plato típico, un tiempito a pesar de sus trabajos, sus familias, sus casas, sus experiencias. Y nosotros recibimos todo y nos sentimos en deuda. Permanentemente esa sensación de “¿y qué le ofrecemos a ellos si no tenemos mucho para dar?” Y es ahí cuando debemos hacer memoria y recordar lo que permanentemente nos dicen “ustedes despertaron sueños dormidos, nos animan a salir al mundo y cumplir con ellos”. ¡Qué responsabilidad, pero que orgullo que te lo digan! Quizá ese es el mensaje que dejamos tácitamente mientras avanzamos y que sin querer lo desparramamos como semillas esperando que germinen. Me viene a la memoria un nenito en Cuenca, mientras vendíamos se acerca y nos pregunta emocionadísimo acerca del viaje. Y mientras los padres lo apuraban para irse me dice “quisiera que a mi papá le guste viajar como a vos”. Me dejó temblando ¿Viajará alguna vez? ¿Estará pensando en nosotros? ¿Lo habremos motivado y cumplirá sus sueños? Si algo de esto sucede en el niño o en alguna otra persona, entonces este viaje tomará para nosotros dimensiones desconocidas y nos llenará de orgullo eternamente. Creo que sí, eso es lo que tenemos para dar. Mucho o poco es lo que sinceramente damos, y nos llena de paz interior.

Hasta Pronto.

Ambato Night.
Se acabó Ambato con promesas de reencuentro y nos vamos para Quito. Otra capital del mundo nos espera, pero esta vez Sebastián y la gente del CATSO CLUB se encargan de que la gran ciudad no nos apabulle. Y no solo no nos apabulló, sino que nos encantó. Escondida entre montañas y volcanes, Quito se extiende a través de valles de norte a sur. Caminar por el centro histórico es volver el tiempo atrás. Calles de piedra, iglesias centenarias, callejones y esa luz amarillo nostalgia de los faroles nos recuerda a Cusco. Una gran ciudad pero que realmente no nos satura.

El centro histórico de Quito es uno de las más importantes de América. 

Convento de San Francisco.
Cúpulas de las Iglesias del centro.

La Ronda. 

El CATSO CLUB nos da la bienvenida y nos encontramos con otros viajeros. Los mejicanos de Rodando-Viajando y los chicos argentinos de Combi Aventura Chacha y David. Ambos vienen desde Méjico y se van para el sur, pero Ecuador nos reúne a todos. Miguel nos presta una habitación y cómodamente pasamos unos días en Quito con muchas actividades. Reportaje en el noticiero matutino de ECTV (la TV pública de Ecuador), asadito de domingo con la gente del club, chequeo del auto con cambio de rótula (gentileza de Diego, el mecánico del club), caminatas y visitas varias. Primero Paul nos acompaña y vamos a un lugar obligado en Quito: la mitad del mundo. La famosa línea del Ecuador se muestra de color amarilla marcando el límite entre hemisferios. Sensación rara saber que solo cruzando una línea se está del otro lado, más cerca del norte, más lejos de casa, más cerca de lo de Nico. Las fotos de rutina surgen y las preguntas también: ¿Te sentís diferente del otro lado? ¿Es verdad que estamos más cerca del sol? ¿Es verdad que el agua gira para el otro lado o que podes parar un huevo sobre la línea? Las dos primeras las contesto: es lo mismo un lado u otro, y sí, supuestamente estamos más cerca del sol ya que es la zona más alejada al centro de la Tierra. La última, sinceramente, todos por estos lados te lo confirman, este hombre no lo cree y me sentí muy tonto para preguntarlo o intentarlo, así que deberán venir ustedes y comprobarlo. Salimos de ahí y Paul nos llevó al local de sus padres para probar delicias caseras de la sierra ¡Qué rico todo, así da gusto viajar!

Con la gente de ECTV.

En la Mitad del Mundo.

Con Paul y su familia, degustando colada morada y empanadas.

El fin de semana nos fuimos a Otavalo y a la laguna de Cuicocha. Esta se encuentra en la boca de lo que era un viejo volcán, y donde había lava y fuego ahora hay agua y verde. Mírenlo ustedes mismos.



Una obra en construcción sin sereno se convierte en nuestra morada, así que pasamos la noche entre estrellas fugaces (no me canso de mirarlas), avena caliente y muuuucho frío.
Regresamos a Quito, a lo de Miguel y nos preparamos para salir. Nos despedimos de Sebastián y su mamá, de Miguel con unas pizzas caseras y partimos al oriente. Nuevamente la selva, el calor tropical, los mosquitos y las frutas exóticas nos esperan.

Con Sebas del Catso Club.

Hasta Pronto Quito.