domingo, 30 de diciembre de 2012

TODO POR UN SIMON BOLIVAR


Marzo de 2012, Perú: A media hora de haber ingresado al país, un patrullero nos para por no tener las luces prendidas en la carretera. Luego de sermón sobre leyes y acciones legales dice que nos debe hacer una multa a pagar en un distrito lejano, pero si queríamos el “bondadoso” oficial se ofrecía a cobrarla en el mismo patrullero. Un claro ejemplo de generosidad policial.

Agosto de 2012, Ecuador: Llegamos a un lubricentro para cambiar el aceite del motor. Al muchacho que realiza el trabajo le pido revisar el aceite de la caja de dirección, me dice que hay que completarlo y se ofrece a hacerlo. Termina y me dice “esto me lo paga a mí, son tres dólares”. Qué bueno es tener un empleado multifacético.

Noviembre de 2012, Venezuela: Llegamos a Cumaná, ciudad donde se encuentra uno de los puertos para cruzar con el ferry a la Isla Margarita. Luego que nos cambiaran tres veces de lugar, de hablar con el encargado, de estar presente en la reunión de cerebros que organizan los embarcos y pasadas más de cuatro horas, un señor se acerca y nos dice “si no le das un Simón Bolívar (billete de cien, el de más valor en Venezuela) acá no embarcás”, teoría confirmada por varios usuarios y conocidos. Este es un caso de prostitución laboral, si me pagás me muevo, sino no.


Siempre me pregunté si la corrupción es inherente al hombre si la aprendemos con el tiempo. Mi abuelo decía, como todos los abuelos con esa autoridad que brinda los años, “somos corruptos hasta cuando le decimos a un niño que si nos trae tal cosa, le damos un caramelo”. Esa frase siempre dio vueltas en mi cabeza ya que trato de no caer en la tentación de la corrupción, pero si de chicos nos enseñan que dando algo consigo cosas muy fácilmente, se nos puede convertir en manía.
A ver, pensemos un poco. Creo que todos alguna vez enfrentamos situaciones donde se prueba nuestra honestidad, como ese policía pidiéndonos dinero, sutilmente como solo ellos pueden hacerlo, a cambio de no hacer esa multa que merecemos, a ese conocido de un amigo que adelantó los papeles para ser los primeros, pagar algo extra para no esperar esa larga cola o no dar la prueba de manejo para sacar la licencia de conducir. ¿Alguien puede decir que jamás actuó de forma deshonesta? Quien esté libre de culpa y cargo, que arroje la primer piedra. Ahora, si el político de turno recibe coimas para aprobar esa ley tan polémica, si se queda con algún “vuelto” o si el policía hace la vista gorda con algún ladrón, enseguida los tildamos de corruptos. Y por supuesto que tenemos razón, pero jamás nos miramos a nosotros mismos y justificamos nuestra afirmación diciendo que ellos perjudican a mucha gente y nosotros a nadie. ¿Seguro? ¿No será que nos enseñaron a ser así desde chicos, y ahora, más grandecitos no somos capaces de reconocer que consecuencias trae?
Siempre que sacamos provecho de estas situaciones del otro lado hay un perjudicado. Sin voz ni rostro, pero lo hay. Me pregunto si seríamos tan valientes si nos presentaran cara a cara al perjudicado y nos dijeran “esta persona ahora deberá esperar más tiempo porque vos pagaste para adelantarte”.
En este mundo tan veloz e impersonal usamos la lógica del político al que tanto odiamos, tapamos la cara de nuestra víctima transformándolos en entes, en cosas sin vida y lo pisamos diciendo “tengo un montón de trabajo, no puedo perder el tiempo” como si fuéramos una especie de semidiós que no puede mezclarse con cosas tan banales y humanas. De última, aceptemos que el mundo se maneja así ya que todos aprendimos las ventajas de la corrupción y dejemos “trabajar” a los políticos ya que ellos hacen exactamente lo mismo que nosotros, solo que al tener más poder el alcance de su comportamiento es mayor. Pero en esencia somos lo mismo.
Por lo tanto pienso que somos corruptos porque nos enseñan así, desde chicos. Conscientes o no transmitimos eso, el argentinismo “hiciste la cola, sos un gil” se expande como un virus o quizá es natural en el seno de cada sociedad dejando surgir al animal primitivo que llevamos dentro, que intenta ser siempre primero porque no entiende de orden, de reglas o de personas. Creo que la corrupción es el arma de los incapaces y mediocres. Incapaces porque sin esa carta en la mano no pueden enfrentarse a otros que respetan y participan de este juego llamado vida de forma noble y honesta. Mediocres porque al encontrar una falla en el sistema abusan de la misma y no intentan corregirla, aunque sea con el ejemplo mismo y después delante de sus hijos se quejan de los “otros corruptos” y dan sermones de legalidad y transparencia.
Intento caminar en la vida respetando a los demás, aunque el camino sea más duro y cuesta arriba, no me importa. La satisfacción de la honestidad es un negocio que se cobra con tranquilidad, con paz y en cómodas cuotas que duran toda la vida.
¿Cómo terminaron las historias? La policía peruana nos dejó ir ya que no le íbamos a dejar ni un centavo, del muchacho del lubricentro no se su destino, yo le avisé al encargado, me lo puso cara a cara y el muchacho, con un gesto desesperado y guiñando el ojo buscando mi complicidad, insistía que no había cambiado el aceite ni cobrado nada. Con el ferry, bueno, para eso deberán seguir leyendo.
Nos fuimos de la Ciudad Guayana, hicimos noche (con Michel y Claudia) en la tranquilidad que da el encuentro de dos rutas solitarias y al otro día llegamos a Tucupita, la última ciudad dentro del delta del mítico río Orinoco.

Río Orinoco.
Luego de unas averiguaciones y de esquivar a ávidos vendedores de tours que ofrecen días de “aventura” a lo Rambo con pesca de pirañas incluidas y noches de doncella en cabañas protegidas de los temibles mosquitos (para eso veo Discovery), embarcamos en una lancha de pasajeros rumbo a pedernales, un pueblo perdido que se acaricia con el mar Caribe. ¡Qué ganas tenia de conocer el delta! Tengo los mejores recuerdos del delta del tigre, en Buenos Aires, donde los fines de semana el río y los árboles reunían a la familia en asados y partidos de fútbol. Hoy conozco otro más, distinto pero igual. Otra es la flora, la fauna y los habitantes del lugar, pero se respira el mismo aire isleño, el hombre en armonía con el río. Fotografié con los ojos cada rincón, respiré hondo  y me sumergí en los recuerdos.
La sonrisa en la cara se me dibuja apenas el viento de la lancha en movimiento recorre cada rincón de mi rostro. Cada muelle, cada recorte de tierra en el río me transporta en el tiempo.




A lo lejos vemos una tormenta que se abre paso en el cielo gris y no tarda mucho en envolvernos dándonos la bienvenida. Llegamos a pedernales, unos minutos de caminata por las pocas cuadras del pueblo y nuevamente a bordo. Un par de horas después estamos de regreso listos para partir rumbo al Caribe, satisfecho de sentirme tan cerca estando tan lejos.


Salimos de Tucupita e hicimos noche en nuestro encuentro de rutas, para al otro día salir hacia Carúpano, es decir, el mar Caribe. Más de 30000km. en nuestras espaldas para poder llegar al famoso mar de descubridores y piratas. Las primeras playas nos son ni las mejores ni las soñadas, pero eso no opaca nuestra emoción. Luego de buscar playas más bonitas llegamos a Cumaná para cruzar a Isla Margarita. No hace falta repetir la historia del ferry, cuestión que no embarcamos y ante los consejos de la gente del lugar de no dormir en el puerto por razones de seguridad, llamamos a la gente del club Volkswagen, nos llevan a un pueblo de pescadores y acampamos a unos escasos cinco metros del mar. Gozando como emperadores romanos del lujo y los placeres, nos sumergimos en aguas dormidas, templadas y mirando renacer una a una cada estrella.


Por suerte conseguimos un lugarcito para acampar.
Al otro día la gente del club nos invita a pasar el fin de semana en casa de Miguel y Ana, quienes nos hospedan, nos hacen comer rico y nos propone una actividad nunca antes pensada por mí: lavar el auto. El domingo compartimos con la gente del club un sancocho y unos pescados a la parrilla que hicieron olvidar el fuerte chaparrón.

En la casa de Ana y Familia.
El lunes llegó, nos despedimos de todos y acampamos en playa La Colorada. Fue nuestro primer contacto con esas playas de ensueño, el mar calmo, las palmeras, los cerros como centinelas. Lujos de viajeros.



El tiempo pasó y nos jugó una mala pasada. Claudia y Michel tienen como destino Alaska y deben llegar antes de agosto, con lo cual deciden partir rumbo a Colombia y dejar para otro viaje Isla Margarita. Nos despedimos después de compartir más de un mes, mucha ruta rozaron los cauchos de nuestros Volkswagen, mucha vida compartida, creo que el futuro nos debería juntar nuevamente.

Un hasta pronto con los franco-paisas.
Llegamos al puerto pero esta vez en otra ciudad, en Puerto La Cruz. Averiguamos temerosos de no conseguir pasaje nuevamente ya que en Cumaná nos decían que todo estaba colapsado, pero para sorpresa nuestra conseguimos un servicio express, más cómodo, más rápido y por unos pesos más, con lo cual el Simón Bolívar lo usamos para nuestro beneficio.


En el Ferry camino a Margarita.
Llegamos de noche a Margarita y ahí nos esperaba Alexander, fanático de los Volkswagen. Nos prestó una casa y nos dedicamos a conocer y vender. Realmente las ventas no fueron buenas, pero pudimos recorrer bastante. Nos reencontramos con Lola y Pablo y conocimos a los padres y todos juntos fuimos a ver un nuevo show.
Llegó otro diciembre y con él un nuevo cumpleaños. Festejamos con Vicky juntos, comiendo y bebiendo, distinto al anterior, seguros de llegar a destino.


Mirador de Juan Griego.
Atardecer en Juan Griego, dentro del TopTen "Mejores atardeceres del Mundo".
Playa del Hotel Dunes.

Nos fuimos de la isla agradeciéndole a Alexander por todo y salimos con la idea de ir a Morrocoy, donde Pablo y Lola se habían adelantado y nos esperaban. Pero en este viaje como en la vida a veces no somos nosotros los que decidimos, con lo cual después de dormir en los bomberos y pasar rápidamente por Caracas, un ruido en la rueda trasera nos obliga a parar en Maracay. Cosas de la vida, alguna vez escribimos en este blog de ayudas y retribuciones, cuestión que en el evento Volkswagen, hace más de un mes, un muchacho me pidió el compresor ya que había pinchado. Ese préstamo se convirtió en un teléfono y ese teléfono en un llamado. Luis justo es de Maracay, nos ayudó a arreglar el auto y nos hospedó. Todo vuelve. ¡Gracias Luis!

Gracias Luis y Mayra!
Con el retraso decidimos encontrarnos con los chicos en otra playa, Bahía de Cata. Y lo que iban a ser dos o tres días se transformaron casi en una semana. Acampamos debajo de palmeras, con sonido soundround de mar, sin electricidad, sin internet, sin gas, solo un fuego, una parrilla y un par de carpas. Hicimos de la arena nuestra alfombra y de las palmeras nuestro techo. Los baños matutinos en el mar transparente se conviertieron en una especie de cábala imposible de romper y se nos escurrieron los días entre ventas y caminatas. Conocimos a Marcelo y Marianela, rosarinos que gentilmente nos invitaron a cruzar en lancha a una playa en frente a la “nuestra” (Playa Catita). Pasamos una gran tarde. ¡Gracias por todo!

La playa se convirtió en nuestro hogar.

En Playa Catita con los rosarinos!

Vista desde la suite.
Nico, y ahora Luca también nos esperan y nos tuvimos que ir, desayunamos en Cuyagua, cruzamos el selvático Parque Nacional Henri Pittier y en Maracay nos despedimos de Pablo y Lola, esta vez por un largo tiempo. Se llevan su música a tierras cariocas y con ella otros viajeros-hermanos que este viaje nos regaló ¡La peña de Buenos aires nos espera!

Parque Nacional Henri Pittier.
Despedida.
Otra vez solos en la ruta salimos camino a Mérida. Las montañas y las fiestas nos esperan. Venezuela, poco a poco, va quedando atrás.


lunes, 10 de diciembre de 2012

DE DERECHA A IZQUIERDA


Corría la Revolución Francesa y la lucha de clases era inminente. Girondinos y Jacobinos discutían sobre sufragios, derechos y poderes. En las deliberaciones de la asamblea los primeros, más conservadores y moderados, se sentaban a la derecha del recinto. Los segundos, apoyados por las clases populares, lo hacían a la izquierda. De ahí la división de ideologías que aún hoy perdura.
En cualquier charla de café cuando se habla de política, según las opiniones de cada uno, es característico catalogar y decirle al otro “vos sos de izquierda” o “sos de derecha”, cuando en realidad simplemente emitimos una opinión, un parecer. Sin embargo, más de doscientos años después de la revolución francesa, seguimos clasificándonos según el modelo Francés. ¿Tan fuerte es nuestra influencia europea que no somos capaces de armar nuevos modelos ideológicos que nos identifiquen, que nos representen como latinoamericanos? ¿Debemos seguir tomando distancia con nuestro vecino, ya sea una persona, un estado o un país, por el hecho de pensar políticamente diferente? Y si pensamos diferente ¿Realmente somos tan diferentes?
Estamos dejando Colombia para cruzar a Venezuela. Y como vecinos que son, las relaciones fluctúan dependiendo del presidente de turno. Los últimos gobiernos de Colombia, y según estos viejos modelos ideológicos, son de derecha. Gasolina y peajes súper caros en carreteras rotas y sin rutas alternativas, llegada de grandes capitales extranjeros para explotar los recursos del país (en nombre del capital) o de grandes tiendas sin importar los pequeños comerciantes,  son algunos de los problemas que se viven por estas tierras. Del otro lado los peajes brillan por su ausencia, la gasolina es la más barata del mundo pero la falta de orden, la ausencia de entidades privadas que motiven la competencia, la debilidad de las instituciones y los excesos de un gobierno popular se presentan como algunos de los problemas de la socialista Venezuela ¿Y en el medio? Simplemente personas que sin importar la ideología de turno comparten las mismas tradiciones, la misma música, la misma forma de hablar, de sentir. Por supuesto que quienes teorizaron sobre el tema en Europa jamás tuvieron en cuenta que en un continente lejano y sin llevar a sus espaldas la carga de cientos de años de monarquías, cristianismo y revoluciones, se iban a separar por las mismas ideologías que ellos plantearon. Entonces, si no fueron hechas para nosotros ¿por qué las repetimos? ¿Por qué no tomamos lo mejor de cada una, porque por supuesto que tienen cosas para copiar, e inventamos un nuevo concepto, una nueva forma de pensar, más nuestra, más latina, que nos represente en el mundo? Está claro que nuestros gobiernos, de izquierda o de derecha, muestran constantemente errores sin importar lo que suceda. Entonces quizá es hora de buscar quien nos represente, como latinoamericanos, sin mirar a Europa o a EEUU que suficiente tienen con sus problemas de “primer mundo”.
Como ejemplo de unidad nos encontramos en la frontera de Cúcuta-San Antonio. Y ahí uno no reconoce quien es colombiano ni quien es venezolano. Es constante el paso en ambos sentidos. Pero para nosotros no, todo tiene su tiempo. Más de seis horas nos lleva hacer los trámites (record de lentitud sudamericana) en la aduana venezolana. Obviamente, cinco autos para todo un día es mucho trabajo. Por suerte estamos con Tata, que nos acompaña, Michel, Claudia y se suman Gerard y Savín, una pareja de franceses que con su Iveco están recorriendo América también. Nos recibieron y nos ayudaron la gente de Kafer club Ureña y de Auto Repuestos Luz, nos llenaron de regalos y nos dieron una mano bárbara. Fue el anticipo de lo bien que nos tratarían en Venezuela.

Bienvenida en Venezuela. 
Se hizo de noche pero igualmente salimos en caravana hacia San Cristóbal, ya que ahí nos esperaba la gente del club. Robert nos recibió, nos prestó su casa y junto a su familia pasamos unos días increíbles. Lamentablemente teníamos que llegar a Valle de la Pascua para el evento de Volkswagen, así que nos tuvimos que despedir, pero nos veríamos en el evento. A quien no vimos más fue a Tata, ya que nos fuimos a conocer la ciudad y ella debía hacer unos trámites, con lo cual no pudimos despedirnos. ¡¡¡Gracias por todo!!!

Estadía en San Cristóbal.
Gerard y Savín se fueron para Mérida y nosotros seguimos con la Combi hacia Valle de la Pascua. Bajamos a los llanos, el calor se hace sentir, las rutas se vuelven planas y con pocas curvas, me hacen recordar a la pampa argentina. La presencia de Chávez está en cada esquina, en la ruta, en todos lados. Las elecciones presidenciales lo dieron por ganador y la mitad del pueblo festeja. Su imagen se repite una y otra vez invitando a todos a la revolución, a vivir en socialismo. Unos ruiditos en el freno trasero me hacen olvidar “al comandante” y paramos en Socopó donde nos recibe la gente del club quienes nos dan una gran mano y nos arreglan todo rápidamente para que podamos seguir. ¡¡¡Mil gracias!!!

Los mecánicos detectando y solucionando el problema en los frenos de la rueda trasera.
Llegamos el jueves a Valle de la Pascua y nos dirigimos de inmediato al predio donde se hace el evento. Todos están en vísperas del festival, igualmente se hacen un espacio para recibirnos, agasajarnos y hacernos sentir en familia. Oswaldo alias “Paca-Paca”, nos brinda la comodidad de su casa y nos quedamos los tres días del evento. Las ventas fueron buenas pero mucho mejor el apoyo y cariño de la gente de todos los clubes. Nos llevamos teléfonos, regalos, fotos y todo lo que se imaginan. El evento reunió unos trescientos autos y todo se desarrolló con normalidad. Nos hicieron algunos reportajes y nos invitaron a conocer sus ciudades. Esperemos cumplir con la mayoría.

Con Paca Paca y el presidente del club Valle de La Pascua.


El evento convocó alrededor de 300 volkswagen.
Después de revisar el auto nos despedimos de Paca Paca y su familia y salimos hacia Ciudad Guayana. Seguimos recorriendo los llanos, paramos en una estación de servicio y pasamos la noche. Al otro día salimos temprano y nos encontramos quizá con la ruta en peor estado de todo nuestro viaje. Un pequeño golpe en la llanta nos llevamos de recuerdo para que no nos olvidemos de ella.

Baches o huecos o pozos o como prefiera llamarles.
Para llegar a Ciudad Guayana hay que cruzar el famoso río Orinoco, uno de esos ríos que estudiás en geografía y vaya a saber uno por qué, quedan en el inconsciente. Hoy lo tenemos bajo nuestros pies, cruzamos el puente mucho más rápido de lo que pudimos memorizar en aquellos tiempos su nombre, en qué país estaba o donde desembocaba. Hoy lo que estudiamos toma la dimensión de lo real, no son palabras o dibujos en un libro, es el agua marrón corriendo con fuerza hacia el delta, hacia el mar Caribe.

Puente del río Orinoco.
En la ruta.
Llegamos a Puerto Ordáz y ahí nos recibió Neptalí, presidente del club Volkswagen Guayana. Lo conocimos en el evento, nos invitó y acá estamos. El y su familia tienen un negocio familiar de pastelitos así que nos dimos el lujo de probar unos cuantos sabores. Nos recibieron en su casa y nos invitaron junto a la gente del club con unas entrañitas a la parrilla y unas cervezas. Pasamos dos noches, conocimos algo de la ciudad, el parque la llovizna, la represa y el eco-museo del Caroní.

Metele que son pasteles!!!
Nos despedimos para ir a la Gran Sabana, pero nos veríamos a la vuelta ya que Puerto Ordáz es paso obligado para llegar al Caribe. Los llanos van quedando atrás, empezamos a subir y la vegetación se hace espesa. Luego de pasar por una especie de selva se abre de golpe la Gran Sabana, ese manto verde ondulante atravesado de ríos, rodeado de tepuys, saltos y selvas. Ubicada en el Parque Nacional Canaima, la Gran Sabana nos enamoró desde que llegamos. Tener la libertad de escoger un salto o una piscina natural, acampar y gozar de la tranquilidad de la naturaleza nos conecta rápidamente con el lugar. Mientras avanzás por la ruta ves de lejos la belleza de los Tepuys, una especie de mesetas elevadas que separan Venezuela de Guyana. El horizonte se extiende y te invita a caminar, a recorrer, a explorar. Todo es tan extenso que se hace imposible recorrer cada lugar, pero igualmente la semana que estuvimos nos alcanzó para llegar hasta el límite con Brasil, pisar tierra carioca, comer y volver a Venezuela. Seguimos por la ruta reconociendo cada comunidad indígena, pero luego de no llegar a un acuerdo con una de ellas para jugar un partido de fútbol contra los militares (mi préstamo cotiza en dólares y es demasiado para la economía venezolana), acampamos a orillas de una pequeña represa donde supuestamente estaban los peces más grandes de la Gran Sabana. Será cuestión de los desastres ecológicos, de la llegada del fin del mundo o vaya uno a saber, cuestión que no había peces en esas aguas. Y no solo lo afirmo yo, sino también Claudia, mi compañera de pesca. Juro que si había un solo pez, ese caía en mi anzuelo. Pero no pudo ser. De a poco nos vamos alejando, atrás va quedando uno de esos lugares que marcan nuestro viaje y que alguna vez esperamos volver.









Volvimos a Puerto Ordáz y lo que pensamos iba a ser una noche se transformó en cinco días. Neptalí nos organizó un encuentro en el río con el club Guyana y el club Bolívar, comimos un asadito con cerveza (no me canso de comer esto) y compartimos un domingo bárbaro. Nos entrevistaron la gente del periódico Primicia y radio La Mega, donde su conductor Carlitos Morales, fanático de los Volkswagen, nos invitó a cenar. ¡Gracias Carlos! Y para rematarla nos apoyaron con la venta de nuestros productos en el estacionamiento del centro comercial donde por suerte nos fue muy bien.

Domingo de asado y playa.

Con Nicolás comiendo.... milanesas!!!!!!!!!!
Con parte de la familia Papalí.

Feria en el Centro Comercial. 
Pero como siempre decimos, entre mejor la pasamos más dura se hace la despedida, así que nos abrazamos con toda la familia y la gente de Papalí y nos despedimos mal que nos pese. ¡¡¡Realmente estamos en deuda con todos, gracias por tanto cariño!!!
Antes de salir revisamos la alarma del auto y continuamos viaje, esta vez camino al Delta del Orinoco. Avanzamos hacia el norte, siempre hacia el norte, no hay derecha ni izquierda que desvíe nuestro camino.


domingo, 25 de noviembre de 2012

UN DESTINO, VARIOS CAMINOS

Calle de Girón.

Como muchas veces ocurre en la vida, para llegar a un lugar o alcanzar una meta hay varios caminos, y está en nosotros tomar la decisión de escoger uno. Y no todos elegimos el mismo. Somos seres diferentes, con intereses diferentes que tomamos decisiones todo el tiempo. Creo que todos tenemos una meta común en la vida que es ser felices, pero los caminos que elegimos para alcanzar esa felicidad con diferentes. En este momento nosotros somos felices viajando, viviendo de otra manera, tratando de avanzar por América hasta Estados Unidos en nuestro VW de la forma más económica posible, sin lujo de hoteles, ni restaurantes. Pero ese es nuestro camino, nuestra elección. Es la correcta? Para nosotros si. Pero para otros no, no ven nada de fascinante en el hecho de embarcarse en  este tipo de viaje, y es totalmente aceptable. Cada uno tendrá su camino propio y personal que lo acerca a la felicidad. Tener una familia, progresar laboralmente, alcanzar un titulo universitario, obtener cierta solidez económica, etc. HAY TANTOS CAMINOS DIFERENTES COMO PERSONAS HAY EN EL MUNDO. Lo que no podemos hacer es invalidar la elección del otro sólo porque no es lo que nosotros elegimos, o porque pensamos que nuestro camino es el único correcto.

Cañón de Chicamocha.
Lo fascinante ocurre cuando en algún momento de nuestras vidas nos encontramos con otras personas que transitando su propio camino, se cruzan con el nuestro, y así nos acompañan y se convierten en nuestros compañeros de ruta, y en parte de nuestro camino. Los llamamos amigos, hermanos, pareja, maestros.
Y en medio de este viaje, elegimos un camino que nos desvía un poquito de nuestro punto de llegada: nos vamos para Venezuela. Y de Medellín nos fuimos hacia Bucaramanga, lamentando no poder conocer Bogotá en esta oportunidad. Pero afortunadamente en nuestro camino nos cruzamos con mucha gente que hizo de nuestro recorrido una inmensa alegría. Enumerados por orden de aparición:

Juan, presidente del Club VW Bucaramanga y familia: nos recibieron en su casa, Juan nos apoyó en la compra de repuestos y en el cambio de pastillas de freno. Genio total.


Edinson: lo contactamos por teléfono y nos encontramos en la plaza de San Gil, en medio de un desfile. Nos brindo el estacionamiento de su taller para poder acampar todo el fin de semana. Un grande.


David y Paola: nos encontraron en la plaza de San Gil, y nos recibieron después en nuestro segundo paso por Bucaramanga. Nos instalamos en su departamento y a los dos días nos fuimos porque peligraba el viaje. Ellos que nos querían secuestrar y nosotros que no nos queríamos ir, así nunca íbamos a llegar a Venezuela. Unos divinos.


Víctor, Ma. Eugenia, Silvia y Juan Sandoval: Encuentro en la plaza del pueblito Guane. Víctor es argentino y se estaba mudando a Colombia para casarse con Silvia. Terminamos en la finca de la familia Sandoval, en el pueblo de Curití, tomando whisky y comiendo torta, festejando el cumpleaños de Víctor.


Tata: la mujer más hermosa de Cúcuta. Nos aguantó varios días invadiéndole la casa y organizó eventos varios con el Club VW. Todos los miembros del club estuvieron muy presentes en nuestros últimos días en Colombia y nos hicieron pasar unos días estupendos.


Otra vez sopa: encuentro con Michel y Claudia de un-tour-pour-voir. Desde acá hasta no sabemos dónde, el escarabajo y la california tienen el mismo camino, al mismo tiempo. El carro argentino y la combi francesa pegaron onda y van a cruzar Venezuela juntos. Pero eso queda para la próxima.