miércoles, 13 de febrero de 2013

AMPLIANDO NUESTRA REALIDAD




Luego de una noche en la ruta llegamos a Mérida con la intención de pasar las fiestas de fin de año allí, vender y comprar cosas que nos hacían falta. Salimos del llano y nos metimos entre las montañas una vez más. De nuevo la vegetación abunda, la llovizna te envuelve cuando atravesás una nube, la temperatura  baja y la altura te agita. Sin dudas llegamos a Mérida.
Ciudad estudiantil y tranquila, se ubica en un valle, de los tantos que hay por acá en el final de la cordillera de los Andes. Francisco es nuestro contacto y nos recibe de manera extraña: nos dá las llaves de su departamento y nos dice que mañana se va a Valera a pasar fin de fiestas con su familia. Solo una noche nos conocimos, tomamos algo y nos despedimos. Debemos tener cara de “buenos chicos”. Con casa nueva y las comodidades que eso trae, nos dedicamos a producir, vender y recorrer. La plaza las Heroínas fue nuestro lugar de ventas, plantamos a Fusca y comenzamos con todo. Mucha gente se acercó y colaboró, realmente el trato fue excelente.
Curiosa fue la visita de José Luis y Andy, dos amigos que a puro trago y risas nos acompañaron un par de tardes.


Tuvimos tiempo para visitar el Páramo La Culata , el jardín botánico, la ciudad y además degustar el helado de la conocida Heladería de los 1000 sabores, que entre otros gustos, uno se puede deleitar con helado de carne, mariscos, y otras cosas raras. Nosotros no nos arriesgamos a tanto y probamos helado de canela, de rosas y de palta. Mucho ruido, pero seguimos extrañando los helados argentinos!!!!!

Páramo La Culata


Jardín Botánico
El 24 nos agarró solos en el departamento, comidita especial, alcohol, conexión por skype con la familia y a brindar!!! Navidad extraña, los dos solos, los fuegos artificiales afuera, y la ceremonia de todos los años que la miramos desde lejos. Es una rara sensación esta de saber al pie de la letra lo que sucede, el estrés previo, las corridas por los regalos, comer y comer, festejar, brindar, bailar y nosotros que no participamos. Se extraña la rutina navideña, el calor de la familia, lo predecible de los festejos. Pero hoy nuestra realidad es otra.


Termina la semana y Francisco nos invita a pasar año nuevo con su familia en Valera, así que terminamos nuestra etapa de ventas en Mérida y con ella en Venezuela. Cerramos el departamento con la rara sensación de dejar nuestra casa y nos dirigimos a Valera, no sin antes pasar por el Páramo Pico El Águila.




Llegamos y conocimos a la familia de Francisco, y a él también. Un paseo por la ciudad, visita de parientes y amigos, y a festejar año nuevo. Esta vez acompañados, compartimos la cena y los fuegos artificiales en la calle. Es agradable ver los festejos en un lugar con montañas, acostumbrados al llano. Es un espectáculo aparte ver los fuegos artificiales en distintos niveles de altura.



El año nuevo llegó, el 2013 es una realidad, y como el fin del mundo no vino, debemos seguir viaje. Nos despedimos de Francisco y su familia, que nos trataron como parte de ella. Gracias!!!


La ultima ciudad venezolana por visitar fue Maracaibo. La idea era comprar todo lo necesario para seguir a Colombia. Atravesamos el puente Rafael Urdaneta que cruza el lago Maracaibo (10 km) y la primer sorpresa: la mayoría de los comercios estaban cerrados ya que se tomaban descanso la semana posterior a las fiestas. Varias cosas importantes por comprar quedaron de lado, dos días de corridas de shopping en shopping, una noche en una iglesia , otra en el estacionamiento de un hospital y a salir para Colombia.
Venezuela empezaba a ser un recuerdo cuando Fusca se empaca en la ruta. ¿Y ahora qué? Nos cerraba la aduana y como el fin de semana era largo, nos teníamos que quedar hasta el lunes sin poder cruzar la frontera. En el medio de todo esto se detiene otro auto y se baja una persona que dice tener un VW y nos ayuda. Al rato se detiene otro VW que casualmente era también del club y empieza a meter mano cual mecánico aficionado. La familia vochera aparece de la nada cuando más los necesitás. Nos dan una gran mano nuevamente y podemos seguir viaje. Gracias club VW Manga!!!


Pasamos la dura realidad de los pueblos fronterizos y por suerte llegamos a la frontera. Hicimos los papeles de rutina para salir de Venezuela, pero la aduana colombiana cierra y tuvimos que pasar la noche ahí. Recién al otro día salimos.
Que rara la sensación de entrar a Colombia nuevamente. De antemano sabíamos con qué nos íbamos a encontrar, cómo es la gente, la comida, la moneda. No nos es extraño este país, como tampoco de ahora en más no lo será Venezuela. Ya son parte de nosotros, nada nos será indiferente. Desde Chávez y las FARC hasta Machu Picchu y La Paz todo pertenece a nuestra realidad, nuestra nueva realidad. Un amigo me decía que a partir del viaje tu realidad se amplía, y es verdad. Ninguna noticia de los lugares recorridos pasará inadvertida ante nosotros, porque ampliamos nuestra realidad, nuestro campo de acción, de sentir, de pensar. Y una vez que agrandamos esta burbuja que nos protege nunca mas vuelve a su lugar, al contrario, necesariamente la agrandamos para abarcar más y más vida. ¿Qué tan capaces somos de modificar nuestra realidad? ¿qué tan orgullosos estamos de esta? Claramente, lo que hacemos día a día nos da satisfacción. O por lo menos seguridad, pero ¿de qué nos perdemos al no cambiarla? ¿qué habrá más allá de lo confortablemente seguro? Dudas y mas dudas que en algún momento surgen y que quizá nos llevaron a tomar la decisión de viajar. Preguntas que nacen de la reflexión solitaria, profunda y rebelde y que tratamos de matar rápidamente con armas modernas llamadas TV o internet, solo por miedo al contagio revolucionario que desestabiliza los cánones de la normalidad hereditaria, esa que escogemos sin saber por qué, o lo que es peor, sin preguntarnos por qué. Lo bueno es que, contrariamente a lo que nos quieren hacer creer, siempre hay tiempo. Hay tanto tiempo como excusas posibles.
Pero en la frontera estamos y de ahí nos vamos temprano. Un breve paso por Río Hacha y seguimos por la ruta. El atardecer nos sorprende en Palomino, una playita con un pueblito que año tras año crece con el turismo. Conocimos a los chicos de Zaigua (http://www.zaiguaweb.com/) español él y mejicana ella, y que están bajando desde Méjico hasta Usuahia. Compartimos una noche en un quincho de un futuro hostel-camping, “My House”, donde los dueños nos permitieron acampar.


El domingo fue de ocio, inflamos las cámaras de repuesto de Fusca (gracias viejo por el regalo) y caminamos río arriba para después dejarnos llevar por la corriente. Que fácil es volverse un niño.

Los gomas
Otra noche en Palomino y tempranito salimos para Santa Marta, donde nos encontraríamos una vez más con Michel y Claudia. Llegamos a Taganga y luego del reencuentro y de un día malo de ventas salimos todos hacia Cartagena donde los trámites para embarcar a Fusca nos deprimían de antemano.

Taganga.

Santa Marta.
Luego de un par de horas y de costosísimos peajes (no me voy a cansar de repetirlo) llegamos a Cartagena. Casi de noche decidimos ir al Hotel Hilton. En realidad, al estacionamiento del Hotel Hilton. Bueno, no precisamente el estacionamiento del Hotel sino uno que está ubicado por detrás de este, frente a la playa, y acampamos allí. (¿qué pensaron?)


Al otro día, luego de un chapuzón en el mar nos reunimos con Manfred, un agente aduanero encargado de realizar los trámites del cruce de Fusca. Este alemán cascarrabias nos organizó los siguientes dos días con trámites, firmas, idas y venidas para embarcar nuestro autito. Revisión de antinarcóticos, eterna espera para cerrar el contenedor y listo. ¡Qué duro dejar a Fusca en ese cubo metálico! Nos desespera el hecho de pensar que una grúa lo levanta, lo coloca tipo tetris en un barco, pasa dos días en alta mar rodeado solo de agua salada, otro desconocido lo vuelve a levantar y lo deja en el puerto de Colón, en Panamá. Esperemos que todo salga bien.

Entrando al container.
Ya en contacto con José Luis, a quien conocimos en el evento de VW Valle de La Pascua, nos vamos los cuatro y nos quedamos en su casa con su familia. Nuevamente el trato es cinco estrellas y compartimos casi una semana increíble. En medio de esto conocimos a los chicos de Panza Pa´Arriba, dos mendocinos que salieron un día en una combi y no saben a donde ni cuando llegan ni cuantos llegan (hasta ahora eran cinco a bordo).
Solo dos cosas nos quedaban por hacer en Cartagena: una, buscar cómo pasar a Panamá, si en avión o en velero. La otra era disfrutar de una de las ciudades más encantadoras que nos tocó recorrer.
Cartagena muestra todas las facetas que puede tener una ciudad. En el sector amurallado caminás en la historia misma, sus casas, sus plazas, la gente. Todo inmerso en la época colonial. Así como protegían de los ataques piratas, las murallas protegen hoy el paso arrollador del progreso, de los rascacielos, de los autos modernos y el tránsito. Se mantiene colorida y como hace algunos siglos es el corazón de la zona. Espera quizá la llegada de ese barco español que nunca llegó o ese barco pirata dispuesto a llevarse todo. A lo lejos se ve Boca Grande y la fuerza de la modernidad. Parte de ese sector se le ganó al mar y soporta el peso de los edificios, 4 x 4, comercios y paseos costeros. Aquí hay espacio para todos, pero la pulcridad de lo moderno no “puede” mezclarse con lo antiguo.
Pero también hay otra Cartagena, la periférica, la de aquellos que el progreso olvida pero necesita, la que la historia oficial no la nombra pero también la tejieron. Los barrios no tienen la dulzura de la época de la colonia ni el confort de la modernidad, pero a falta de arquitectura sobra el calor de la gente, el olor de la arepa con queso, el tinto espontáneo o el ron sin horario.


Vendedores ambulantes.




El domingo nos fuimos a la playa con José Luis y familia. Un poco de arena y mar, un frustrado intento de ventas y se acabaron los días.



El cruce decidimos hacerlo en velero. Después de varias averiguaciones elegimos salir con el capitán Hernando y su velero Victory. ¿La travesía? 36 horas seguidas de navegación, 3 días en las islas de San Blas y llegada a Cartí, Panamá. Pero todo esto lo contamos en la próxima.