jueves, 19 de abril de 2012

CHAU BOLIVIA, HOLA PERÚ



Llegamos de la Isla del Sol y desembarcamos nuevamente en Copacabana. Fuimos a buscar a Fusca y nos dicen en el estacionamiento que pasemos donde nos habíamos alojado que querían hablar con nosotros. Llegamos y el dueño, a pedido de José Luis, nos tenía preparado el ejemplar del diario donde hicimos la nota en La Paz. Había salido el día anterior. Con el ego en alza salimos a la ruta en busca de la frontera. Pero Bolivia no nos iba a dejar salir tan fácil. Corte de ruta por no sé qué reclamo, turistas bajando de los buses para hacer un transbordo más adelante y nosotros que no pasamos. Preguntando se llega a todos lados, así que pudimos hablar con el “capo” de la protesta, una especie de Moyano (es un sindicalista argentino) que después de explicarle nuestro viaje nos indica una ruta alternativa, obviamente de tierra. En medio de esta ruta perdida una señora nos saluda. Paramos y nos dice amablemente “los vi en el periódico, bienvenidos” y nos indica cómo salir. Los privilegios de la fama se hacen sentir, jaja. Llegamos a la frontera, papeles de rutina y luego del último trámite el señor nos dice “corran la barrera y pasen”. Así de fácil… o no tanto. Un policía (otro más) se acerca y me dice “pasó por migraciones”, si señor… “pasó por aduana”, sí señor… “pasó por la policía para dejar lo suyo (léase coima)” ¡por supuesto señor! Una piadosa mentira para hacer justicia. El policía, contento, nos abrió la barrera, nos saludó y partimos. De más está aclarar que no se debe pasar por la policía, no hay ningún trámite que hacer allí. Bolivia ya nos dejó sus enseñanzas.
Realizamos los trámites del lado peruano, conseguimos el permiso de permanencia por noventa días y salimos a la ruta. Puno como destino, sol, lago a nuestra derecha, ruta en buen estado, primer peaje que no debemos pagar y de repente… patrullero detrás nuestro. Y si, Perú nos da la bienvenida. “Hola señor ¿son casados?” nos interroga el policía. Qué te importa, pensamos. Tanta amabilidad por algo será. “le comento que viajaba sin sus luces, le tengo que hacer una multa”. A partir de allí las explicaciones de rutina, que hace media hora entramos a Perú, que no sabíamos, que en Bolivia nos decían que las apaguemos y se nos pasó, bla, bla, bla. “Acompáñeme”. Y me voy al lado del patrullero donde su compañero estaba sentado. “Su multa es de 290 soles (unos U$S110) y debe pagarla en Desaguadero (una ciudad que queda para el otro lado, obvio)”.”Pero estoy apurado, voy para Puno, la pago allá”, le digo. “No, es por distrito, pero si está apurado la puede pagar acá”. Pero que amables, que eficientes, pensé. Se olvidaron que somos argentinos, vivimos en el gran Buenos Aires, nos “protege” la policía bonaerense e hicimos un curso acelerado de corrupción en Bolivia, con lo cual le contesto “mire, si me debe hacer la multa hágala, no le pido que no la haga. Me equivoqué y tengo que pagar. Démela que me está esperando el club de escarabajos, ellos me van a asesorar, tienen abogados y me van a decir donde pagarla” de fondo escuchaba a Vicky gritando, como esas mujeres que aparecen en Policías en Acción (programa de TV argentino) “Fedeee!!!, pasan todos los autos sin luces, no le pagues nadaaa!!!!!!”. Con mi mejor cara les comuniqué la noticia y los policías me dijeron “bueno, vaya nomás, pero prenda las luces”. Después nos enteramos que no nos pueden hacer la multa porque somos extranjeros. Nos habíamos prometido no coimear a nadie, si cometíamos un error lo pagamos y listo. La justicia, dulce y sabroso manjar que nunca empalaga. Ver la cara de estos dos hombres que se iban con las manos vacías, masticando bronca por las cosas que no podían comprar con nuestra plata, es impagable. Como diría el gran Guillermo Francella “a comeeeerla”.
Llegamos a Puno con algunos ruidos en el tren delantero, así que nos pusimos en contacto con John, presidente de CAVE, el club de “vochos” de Perú y nos recomendó que se lo llevemos a Jean Carlo, mecánico del lugar.


Puno es una ciudad que se nota a crecido mucho. Hermosa plaza, iglesia, centro comercial y el lago Titicaca a su lado. Después de recorrerla y hacer un poco de vida urbana, nos encontramos con Jean Carlo. No solo es un mecánico, sino un restaurador de estas joyas sobre rueda. Después de conocer su impecable taller (el sueño de mi viejo) sacó las ruedas y encontró un problemita… ¡todas las tuercas estaban flojas! Ajustes por todos lados, puesta a punto del motor, consejos de todo tipo y el auto quedó impecable. Este rey del orden y la prolijidad no solo arregló la nave, sino que no nos cobró un peso. Gran gesto que vamos a recordar eternamente. ¡¡¡Gracias por todo y que puedas cumplir el sueño de tu súper escarabajo!!!


Salimos rumbo a Cusco, nos vamos al corazón del imperio Inca. Un sueño dentro de otro sueño comienza.

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