miércoles, 14 de marzo de 2012

NUESTRO NORTE

Nos vamos de Salta y llegamos a Jujuy, pasamos por alto San Salvador y nos internamos en la Quebrada, entre cardones y colores tierra. Jujuy nos encanta, la quebrada nos tranquiliza, nos ordena el cuerpo y la mente. ¿Alguna vez te sentiste en armonía con un lugar? Todo encaja en su lugar, la lluvia no incomoda, el sol no quema, el frío tiene un sabor cálido. Nos sienta bien Jujuy, difícil de explicar solo con palabras, es música, olores, colores… Si me preguntan ¿Qué es Jujuy?  Les diría cierren los ojos y piensen en el sonido de una quena que se confunde con el viento, las uñas raspando rápidamente las cuerdas de un charango, el vapor de la humita caliente quemándote las manos, una casita de adobe confundida en un cerro de colores rojizos, marrones y terracotas, el paso lento y humilde de un abuelo con la cara surcada de arrugas. Un pueblo que nació ahí casi con la misma tierra diría, antes que cualquier ley de propiedad privada. Son de ahí, no hay duda, es su lugar en el mundo. ¡Dios sí que estaba inspirado el día que creó la Quebrada!
Y cuando estás en armonía con un lugar, hasta las cosas que no salen como las planeas se vuelven a tu favor. Llegamos en épocas de carnaval y con la idea de alojarnos en Maimará, un pequeño pueblo en donde una amiga de Walter nos iba a dar un lugar para armar nuestra carpa. Cuestión que no pudimos encontrarnos, así que fuimos a Purmamarca, quizá el pueblo más pintoresco de la Quebrada.

Cerro Los Siete Colores
Sin alojamiento y casi sin nafta, nos enteramos que la única estación de servicio no recargaba sus tanques hasta el miércoles a la noche… ¡¡¡y estábamos a domingo!!! Decidimos quedarnos allí, encontramos un camping y nos fuimos a intentar vender algo en la plaza.


Plaza de Purmamarca.
Logramos meter ilegalmente a Fusca en la esquina de la plaza y a partir de allí todo se encaminó. El carnaval atrae a los turistas y los turistas traen dinero, así que tuvimos tres días de muy buenas ventas, charlas interminables con la gente acerca de nuestro viaje y el reencuentro con amigos. Esto nos hace pensar que quizá debíamos estar allí esos días, no en Maimará ni en Tilcara, sino en Purmamarca. Dicen por aquí que la Pachamama es sabia y si uno la trata bien, agradece y ofrenda ella se encarga de devolverlo. Quizá esta vez nos dio una mano a nosotros.
Conocimos gente muy agradable, como Juan del club movimiento aircooled de Buenos Aires quienes publicaron acerca de nuestra aventura, un fanático poseedor de dos tatuajes y ¡seis escarabajos! Y los “tres motoqueros” Tute, Lucas y Adrian que colaboraron desinteresadamente con nosotros y que seguramente los veremos cruzando fronteras próximamente. Con ellos estamos en deuda, nos sacamos una foto para publicar pero vaya a saber uno cómo, dónde y cuándo perdimos la misma junto con otras fotos del norte. (chicos si tienen alguna, manden por mail!!)
Los carnavales en el norte son bien distintos a los de Buenos Aires. Tradición, religión, paganismo y alcohol se mezclan para mostrarnos una fiesta difícil de igualar. Los colores de los bailes, la guerra de espuma en la calle, música, papeles y talco transforman la plaza en un campo de batalla.

Murgas Carnavaleras.
Pablo y Nair nos regalaron unos litros de nafta y eso nos dio aire para movernos. Pero antes de irnos de Purmamarca cumplimos con la tradición de los carnavales. Los martes se “chayan” los autos, es una bendición a los mismos para poder continuar con el viaje, así que adornamos debidamente a Fusca y la fiesta comenzó.

Talco, espuma, cerveza, papel picado y hojas de coca llovieron a modo de bendiciones sobre El Fusca.
Nos fuimos a Tilcara y nos juntamos con Pablo, Nair y Nico, otro amigo de Buenos Aires que eligió el norte para veranear, así que la tarde se hizo noche sin darnos cuenta y las despedidas, ahora sí definitivas, comenzaron. ¡Gracias chicos por todo!

Merienda en Tilcara.

La Banda del Golden Fusca.
Cargamos la bendita nafta, dormimos en la estación de servicio y antes de partir pasamos por Maimará donde nos reencontramos con Edu y Dani, los payasos que viajaban en la Estanciera y conocimos en Cafayate. Tarde de charla, tarde de amigos, tarde de despedida…
Creo que Jujuy nos tomó una especie de evaluación y nos mostró en pocos días un resumen de lo que va a ser nuestro viaje. Nos mostró que las dificultades siempre nos van a acompañar, pero las soluciones también y siempre hay alguien dispuesto a ayudar. Que el camino te da amigos y reencuentros, pero seguido de una despedida. Y nos enseñó que cuando lleguemos a un lugar nos tenemos que dar cuenta que solo estamos de paso, y que las únicas huellas que debemos dejar son las de la humildad y respeto por el lugar elegido. En eso estamos. A eso apuntamos.

2 comentarios:

Zurdo dijo...

Siempre el pantalon de Martin Coronado presente.
Abrazoooooooo

Valeria dijo...

Muy lindas palabras